El canibalismo está de moda

Llevo haciendo de crítico gastronómico desde antes que existiesen los aguacates, pero el sitio que he visitado hoy es el más curioso de mi carrera. Como bien sabéis, escucho recomendaciones de amigos y conocidos y en este caso fue de mi tía abuela Sonsoles en una merienda familiar para celebrar los 2 años de Salchicha, mi Golden Retriever. Ella (Sonsoles) es de estofados y de sopitas de verduras, pero cuando se me acercó (nunca se atreve a hablar con los “jóvenes” de menos de 45) y me dijo que ella iba cada domingo a un sitio fabuloso y que, además, servían el mejor vino que ha probado, no pude contenerme ni dejar escapar la oportunidad.

Cuando entré al restaurante Iglesia de Santa María de la Merced, me quedé abrumado. Nunca había visto un comedor tan grande. No había mesas (¡vaya locura!), solo sillas. De hecho, eran bancos, y estaban todos dispuestos mirando hacia un solo sitio. Eso es, todos los comensales se sientan mirando hacia adelante, por lo que la experiencia es mucho más introspectiva: un acierto por parte de los propietarios.

Una vez sentado empieza la fiesta. Sale el que supongo que es chef, o el jefe de sala, vestido con un uniforme de lo más extraño y empieza a explicar la filosofía del local. Esta parte fue sorprendente cuanto menos, ya que durante el discurso (demasiado largo para mi gusto… me dijeron que tenía que venir en ayunas, ¡teníamos hambre!) hacía que los clientes nos levantásemos y sentásemos, todos en sincronía. Caí en que era una especie de warm up que nos permitiría abrir el apetito y quemar un poquito lo que nos comeríamos después. El discurso me pareció un poco pretencioso, no os voy a mentir. Hablaba de un tal Jesús, el que debía ser el fundador del restaurante. Solo así: Jesús. Sin apellidos, como si todo el mundo fuese a conocer ese tal Jesús, creador del restaurante Iglesia de Santa María de la Merced. Lo que no se le puede recriminar al Jesús es su gran sacrificio para llegar a abrir el local. Se ve que el tío resucitó. Supongo que esto es una metáfora de que antes le fue mal otro proyecto; como a todos los autónomos, vaya.

Mi acompañante, Sonsoles, me dijo que estaba a punto de llegar el momento del vino. Había pasado una hora y unos pocos minutos. Ya podían haber servido el vino nada más llegar. Me dijo que la espera valdría la pena, que ella va desde que se enteró de que el vino era gratis. Caray con Sonsoles. Y bueno, a ver, eso de que es gratis es un poco mentirijilla. Uno de los camareros, en ese caso con (sospechosamente demasiado) aspecto de niño y vestido con el uniforme corporativo, pasó un platito donde la gente ponía propina. Yo dejé unas monedas, pero había comensales que debían saber las delicias que les esperaban y dejaban billetes (¡BILLETES!). Sonsoles no dejó nada. “No me queda suelto”, le dijo al camarero. Cuando salimos se pagó un paquete de Camel en el estanco con calderilla, la muy arpía. Vaya con la mujer.

Antes de comer, el señor, que se estaba haciendo un poco pesado, nos pidió que nos abrazáramos entre todos y obedecimos. ¿Qué remedio teníamos? Hubiese hecho cualquier cosa por llegar al momento de la comida. Después, nos pidió que nos pusiésemos en fila india.

Aquí es donde me explotó la cabeza. Lo que el señor repartía no era ni más ni menos que pedacitos del cuerpo del fundador del restaurante, del Jesús. No sé como estaba cocinado, pero parecía pan. Ante mis dudas, se lo pregunté al señor: “Seguro que esto es el cuerpo del Jesús?”. “Claro, hijo mío. Y esto la sangre”. WHAT? La sangre también. Vaya locos. Sorprendente que hayan conseguido permisos para hacerlo. Sonsoles estaba bebiendo la sangre del Jesús (no había ni probado el cuerpo). “Ya verás el vino”, dijo. Como la señora no está para sustos, no le dijo que era sangre. Si tenéis un poco de miedo a probar esta sustancia humana, os cuento mi experiencia: ¡sabe a vino! ¡Vaya listos los vampiros!

Estoy seguro que a medida que la gente se entere de esto, van a abrir más y más restaurantes caníbales. Todo gracias al Jesús y a su sacrificio. Supongo que cerrarán pronto, ya que los propietarios no pueden dar para mucho tampoco. Definitivamente un nuevo concepto de pop-up gourmet que va a dar para hablar.